martes, 22 de junio de 2010

Al otro lado de la rutina



Mi día a día está llena de cosas rutinarias. Intento pasar por ellas lo más deprisa posible. Huyo de lo cotidiano como si fuera la causa de mi perturbación. Mario me dijo que no soportaba en lo que se había convertido lo nuestro. ¿Cuánto tiempo llevaría sintiéndose así?. Me quedé mirándolo, callada. No fui capaz de articular ni un solo argumento que demostrara su error.

Meses atrás habíamos decidido incluir en nuestras relaciones sexuales a otras personas. A mí me pareció algo arriesgado, pero accedí. Entre su cuerpo y el mío no había espacio para el temor. Me gustó el proceso. Nos tumbábamos con el portátil en la cama y empezábamos a buscar. Cuando las conversaciones iban por buen camino, conectábamos la cam. Yo no tenía inconvenientes en que se tratara de una chica, aunque me apetecía más que fuera un hombre, pero Mario se negó a esta opción. Tuvimos varios escarceos virtuales pero no concretamos nada más allá de eso, porque no acababan de convencernos. Lo que intuíamos fácil no resultó tanto. Pero nos lo pasábamos bien explorando, jugando. Queríamos a alguien que no pusiera condiciones. Alguien que entrara en una habitación con los ojos cerrados. Sin temor. Dispuesta. En el chat habitual un día apareció Laura. Observamos sus comentarios en la sala. A los cinco minutos estábamos charlando animadamente. Habíamos logrado intimar más que si lleváramos años trabajando juntos. Al día siguiente nos conectamos con cam. Ya era una cita. Me quedé algo impresionada cuando la vi. Era realmente hermosa. Sentí cierto vértigo. Celos, probablemente. Miedo a perder a Mario si seguíamos con el juego. Luego la curiosidad pudo más. Estaba tumbada en la cama, igual que nosotros, pero de lado, apoyando la cabeza sobre su brazo izquierdo. Llevaba puesta una tierna camiseta de ositos sonrientes . Conforme Mario le contaba las cosas que le gustaban, ella abría y cerraba las piernas en un movimiento distraído. Imaginaba cómo se iba humedeciendo. Nos preguntaba lo que quería saber directamente. ¿Qué buscáis? ¿Qué os gusta hacer? Eres muy guapa, me dijo. Tú más, sonreí. En un momento dado, Mario le pidió que se masturbara. Ella se quedó quieta, pensando. Luego respondió con un lacónico vale. Se puso de rodillas en la cama y se bajó las bragas. Se dio media vuelta y se tumbó de espaldas, con las piernas abiertas hacia la cam. Tal y como intuía, ya estaba mojada. Apenas tenía un triángulo de vello perfectamente delimitado. Me hubiera gustado que estuviera completamente rasurada, como yo. Se pasaba los dedos suavemente por los labios externos, luego se masajeaba el clítoris. Muy despacio, sabiendo lo que estaba provocando al otro lado de la cámara. Mario estaba tumbado boca abajo. Noté cómo abría las piernas. Me puse detrás y empecé a acariciarle el culo, subiendo desde el escroto. Abrí la mesilla y me eché un poco de gel en los dedos. Primero me abrí paso con uno. Entró suave y sin resistencia. Él abrió las piernas más. Se puso una almohada en el vientre para que su trasero quedara más alto y facilitar así la penetración. Con la otra mano le cogí la polla. Tenía una gran erección. Incorporé otro dedo y él gimió, pero no dijo nada. Me entraron ganas de tener un pene para follármelo. Se los metía despacio y luego, dentro los giraba, tal y como le gustaba. Cuando jugueteaba en su interior, notaba en la otra mano los latidos de su miembro, descender por las arterias hinchadas. Le di la vuelta con violencia y me senté encima. Al otro lado de la cámara, Laura se movía ya con claros signos de estar a punto de llegar. Elevaba sus nalgas al compás que le marcaban sus dedos, apretando los muslos en torno a ellos. Mientras la miraba oleadas de vaivén me transportaban hacia el país de las maravillas.

Recuerdo cada detalle de esa primera ocasión. Me he masturbado más de una vez con esa imagen en mi cabeza, pero luego siempre he acabado llorando desconsolada. Me voy al despacho y me siento delante del portátil. Miro en la papelera un papel retorcido por el miedo. Cojo el teléfono, marco un número. Hola, seguramente no me recuerdas. Me diste el teléfono la otra noche, en el bar...

8 comentarios:

  1. Frase muy socorrida esa de "hola, seguramente no me recuerdas...". Y no sé si es muy conveniente si viene precedida de un llanto desconsolado...
    Me enganchan tus textos

    Besos

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  2. Ciertamente llega un punto en la vida monótona q solemos llevar que accedes a ciertas cosas con la mira puesta en el enriquecimiento.

    Yo el primero... y esta claro es q para hacerlas debemos estar seguros y asumir los riesgos.

    A tus PIES

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  3. Espero que te consueles pronto cuando te dan esaos ataques de soledad ...besos

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  4. Hola:

    Hermoso relato, con lokkkura desenfrenada, me gusto, me excito, si, igual que a ustedes, mmmmmmmmmm, Amore Mio DONDE ESTAS???.

    Besos Brujos*

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  5. ¡Excelente, excelente, excelente! Demasiadas imágenes, mucho calor, muchas ansias.

    Has logrado sentires increíbles. Te felicito. Rara la idea de tomar el teléfono, pero ¿por qué no?.

    Suerte en la próxima ;)

    Un beso.

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  6. nunca le he preguntado si tiene bastante conmigo, si necesita algo más que no encuentre en mí

    le preguntaré sin falta, me gustan las sorpresas!

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  7. A veces la soledad es inspiracion...

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  8. muy buenos relatos en tu blog ali, enhorabuena!

    con tu permiso te sigo..


    saludos!

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